Alfonso Zamorano, trainer de 79 años y formador de Warrior, Martino, Melihual, Pulco, Storm Alex y otros clasiqueros, dialogó hoy con #Partieron de #RadioNacional114AM. A continuación, sus mejores frases:
«A la hípica llegué por cosas del destino. Mi papá me hizo ‘por fuera’ y mi madre me crió, falleciendo cuando yo tenía 11 años. Entonces mi padre me llevó con su familia y gracias a él, que era hípico, conocí la actividad. Comencé en el corral de Luis G. Álvarez y luego pasé al de Juan Melero Chamorro, quien quiso hacerme jinete. No tomé ese camino por no arriesgar el sueldo que recibía como cuidador y amansador, pero no me arrepiento».
«Años más tarde Raúl Ovalle, del stud ‘Don Calixto’, me llevó a trabajar como capataz de Antonio Vodanovic padre. En esa época tuvimos a Retraído, que ganó la Jackson pero falló en El Derby porque otros jinetes lo tiraron de la cola. Esperé a que don Antonio decidiera retirarse para sacar la patente de preparador y él me entregó su corral con todo incluído, sin siquiera cobrarme por el capital de trabajo que teníamos. Sólo se llevó su sombrero y su cronómetro».
«Partí con el pie derecho, gané mi primera carrera con Manda y mi primer Grupo 1 con Mairona. Luego vino Warrior, que siempre se vio bueno. Le dije a su dueño que si ganaba el Preparación repetía en El Ensayo y así fue. Lo que ocurrió más tarde en Viña es algo que hasta hoy no consigo explicarme. Finalizando un trabajo largo rumbo al Derby, el caballo saltó la baranda y cayó sobre ella, rompiéndose la paleta».
«Tras esa amargura iniciamos una buena etapa con Pablo Trucco y el stud ‘Lizzie’. Tuvimos a Melihual, un caballo pequeño pero bien aplomado, que arrastraba problemas en sus cascos y corría ‘parchado’. El Dr. Manuel Valenzuela me enseñó a tratar los cuartos que sufría. Pulco regaló El Ensayo, pero era un caballo demasiado indócil que sólo con Patricio Herrera se entendía. Schuman lo entregué. Era bueno, pero sufría los viajes y eso lo afectaba. Un día le dije a su dueño que si no ganábamos, lo dejara en el Hipódromo. Perdió por media cabeza y se quedó allá, ganando clásicos».
«Me retiré un tiempo porque no me gustaron los cambios en la hípica. Hoy todo el mundo quiere opinar y el preparador perdió fuerza, pero igual volví. No fui capaz de alejarme. Llegué a tener 40 caballos, pero actualmente me dedico casi exclusivamente a Splendido. Mi familia me acompaña. Cuando más joven podía tener a un caballo y a un hijo enfermo, y me iba a ver al caballo. Luego uno toma consciencia. La mujer de un preparador debe tener una personalidad única. Si no fuera por la mía, quizás ya me hubiera muerto. Wilson Robles fue mi pupilo y aún se acuerda de mi».
«La hípica es un ascensor. Cuando estás arriba eres un grande, pero cuando estás abajo perdiste todo. Antes se usaba el serrucho y ahora se usa la motosierra. Se perdió el compañerismo. En mis años jugábamos fútbol entre corrales apostando tres tarros de atún y una garrafa, mientras que hoy se juega por el pito y la cerveza. Llegué a la hípica sin nada y los caballos me dieron todo».